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TEOLOGÍA PARA DESPEDIR EL AÑO


Esto fue completamente espontáneo.

Estaba pensando una de esas cosas que uno piensa cuando se encuentra solo en la casa: en la doctrina de la perseverancia de los santos. Pero antes de proseguir debo dar una unas explicaciones para quienes no están familiarizados con esa doctrina.

Dentro del protestantismo existe una división entre quienes creen que la salvación es solo para los creyentes cristianos elegidos y aquellos que están convencidos que el don de la salvación es una oferta accesible a todo el mundo, aunque efectiva solamente en quienes la aceptan. Los primeros entienden que dado que Dios es quien elije, la salvación una vez obtenida no se pierde. El segundo grupo cree lo opuesto, a saber, que la salvación así como se acepta y recibe voluntariamente luego puede abandonarse y perderse.

Ambos grupos son designados por los apellidos de sus primeros exponentes. Los que sostienen que la salvación no se pierde son los calvinistas (por Juan Calvino) y los otros son los arminianos (por Jacobo Arminio). Los lectores católicos seguramente relacionarán esta división protestante con la Abadía de Port-Royal y el movimiento jansenista de los siglos 17 y 18.

Técnicamente hablando, la doctrina de la perseverancia de los santos es la enseñanza calvinista de que una vez un elegido adquiere la salvación nunca la perderá. Es decir, que el elegido persevera hasta el fin de su vida. Sin embargo, de manera casual se usa para describir la doctrina sobre el efecto del pecado de los creyentes en su salvación. Recuerden por favor los lectores católicos que para el protestantismo la salvación se obtiene por la fe sola en Jesucristo y puede ser confesada por el creyente como algo ya alcanzado.

La diferencia entre calvinistas y arminianos tiene muchas tonalidades. Hay quienes la perciben como una diferencia de criterios de buena fe, otros ven al otro grupo como “hermanitos separados” y otros consideran a sus contrarios como herejes recalcitrantes.

Luego de estas explicaciones podemos regresar a lo ocurrido.

Como les estaba contando, pensando en la doctrina sobre las consecuencias del pecado en la vida del creyente le escribí un correo electrónico a mi amigo Juan M. Frontera (Juanma), quien entre otras cosas sirve como pastor asociado en una iglesia. El mensaje que le envié decía lo siguiente: “Me ha llamado la atención la doctrina de la perseverancia de los santos. El arminianismo dice que la salvación es contingente, que se puede perder. Pero no veo que alguien haya elaborado los elementos de esa contingencia, o sea, cuál es la frontera entre un hermano que peca y uno que peca porque ya no es hermano”.

La respuesta de Juanma fue tan apropiada que en broma le respondí que casi era inspirada e inerrante. La verdad es que su réplica pone de relieve que esta división teológica es en una medida significativa el producto de nuestra limitación en comprender la obra de Dios y por tanto no puede ser ocasión para perturbar la hermandad. Esta fue su contestación:

Ese tema es escabroso para arminianos y calvinistas. Para los calvinistas, la muestra de que es hermano es que persevera hasta el fin. Así que en términos prácticos los calvinistas no saben si perseveran (que son verdaderos hermanos) hasta el fin. Los arminianos, por otro lado, solo saben que perseveran hoy, pero no saben si mañana perseverarán. Así que son hermanos los que están hoy, mañana ya veremos. Por consiguiente, para ambos la perseverancia en Cristo se palpa en el hoy y se espera en el mañana.

¡FELIZ AñO NUEVO EN CRISTO JESÚS!

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